SISTEMAS

Algunos años después la ciudad creció y encontré la oficina, “dicen que tú ya no me quieres, porque tienes otras mañas. — Muy atentamente. México, D.F., 20 septiembre 1956—. 5 de mayo 32, int. 111 — Edif. París”. Los juegos de Rayuela se extendieron y el 89 se materializó. Del mismo lado colindan y hasta se sobreponen Buenos Aires, París, Bogotá y el D.F.; leer instruido por Cortázar, es decir, sobre las páginas de la vida. No en vano tradujo las memorias de Adriano, quien viene a entender mucho después, en la vida, los libros que descubrió.
Pensar a media luz se percibe en los ejercicios de lectoescritura que propone la pintura. Escribo con la piel plegada en los dedos, pero a su vez, piel que es superficie que se expande, que es capaz de ser mundana, que tira débilmente la cabeza o, fatigada, desiste de su tarea para terminar envolviéndola. La elipsis sustituye las aclaraciones para que sea otro quien escriba a los pies de la página: Platón le dicta a Sócrates y a su vez Derrida lo autoriza en sus cartas postales. Tengo la costumbre de cumplir mal las tareas y la escritura se hace confusa. Lejos de la norma que se me sugirieron los doctos, no puedo escribir con la luz, deslumbrante; no puedo esconocer la capacidad de leer, del otro que se obliga a entramarse en un tejido al cual pertenecer, así sea cambiando de lugar algunas fibras y colores. Algún día los niños serán quienes lean mis cuadros y hasta tracen sobre ellos; algún día recuperaré la infancia del que nació viejo.
Cerca y lejos en el tiempo, la geología de los estratos se recompone en la panadería, solo es cuestión de entretenerse observando las mutaciones que muestra una gota de tinte colocada en la masa, se estira y se sobrepone, hasta colorear completamente. Esas historias enriquecen mi cotidiano, lograr poner atención a los científicos que juegan con la metáfora, no a aquellos que hacen comparaciones, sino a los que hacen desplazamientos para mostrarnos el lugar. La figura aparece en su reconfiguración, entropía doblemente decreciente o autopoiesis. Es la piel del panadero, otra aproximación a la vida donde las líneas pierden su dictadura y dialogan en red; células sudorosas que fluctúan entre el orden y el desorden, creativas se conservan, el tejido es a la vez mundo, vida, piel y escritura, es leer el mundo como superficie que se segmenta en ciudades particulares para poder tener referencias, capítulos que buscan el tiempo perdido. La imagen de los navegantes que realizan la empresa de atravesar el archipiélago al norte de Canadá logra describir la posibilidad de pensar la vida no solo como biología, también como capacidad de imaginar. Pero lo que hace Serres en un barco lo hacía ya Oliveira en las calles de París o quienes recorrían las calles de Bogotá donde, lejos de la circulación regular, la divina proporción se hace sobre los fractales.
Al complejo de elementos interactuantes que plantea Bertalanffy se puede añadir la idea de que en esas interacciones surge un comportamiento que le da identidad a ese todo. Pero hay que retar al lenguaje que impone la idea de sistematización, ya que las posibilidades de organización se multiplican al concebir sistemas lejos del equilibrio, de fluctuaciones donde se traspasa el umbral de estabilidad para provocar una subsiguiente reorganización del sistema, orden del desorden, desorden presente en el orden y operando. Encuentros y desencuentros en la megalópoli, los sembrados de soya transgénica son invadidos por el amaranto resistente a los herbicidas, la tinta absorbida por las fibras del papel se transforma en escritura, el blanco puja mientras aleatoriamente los grises crean puentes para sugerir una forma, Sokal grita. Tantas ilustraciones y el pensamiento sigue en línea recta desconociendo la arritmia del corazón, siempre angustiado por ser incapaz de recorrer laberintos insolubles o de pararse a escuchar expectante el ruido blanco en busca de un mensaje al límite del silencio.