En la selva
En la agonía
ruge sin importar qué tanto desentone
la canción de Huidobro
Arorasía ululacente
Semperiva
ivarisa tarirá
Campanudio lalalí
Auriciento auronida
Lalalí
Io ia
iiio
Ai a i a a i i i i o ia
La escritura sobre la piel se extingue.
Desencuentros y perdida, el lenguaje llega a la piel atigrada mientras el lamento del pensamiento superado se escribe con fonemas que cierran el camino. El eco de la sima que resistimos oír aunque vayamos en picada.

Jaguares – Óleo sobre superficie rígida, 122 x 180 cm.
Siglos de sol se apagan con cada muerte.
Lisa la ausencia sobre el barro, ya no el elegante paso pesado del jaguar, que desde la sombra se detiene y mira, aparece detrás del ruido de la fronda abriéndose, se detiene, gira el cuello, mira sin poder ver en los otros ojos la causa del fin de sus pasos. Deja el testimonio escrito de siglos de sol apagándose a cada muerte.
Ylarca murllonía
Hormajauma marijauda
Mitradente
Mitrapausa
Mitralonga
Matrisola
matriola
Nube río en cielo verde, es el eco de los cirros que se escriben en la tierra.
Al estar la muerte próxima, habrá que ver cuál es el sentimiento, muerte total de la especie que se extingue. Todo el mundo sabe lo inminente, a la vez que insensible lo ignora. Es mejor darle la espalda a aquello que no se quiere aceptar, comandados por el temor, reducidos a la impotencia. Uno de los problemas de la desaparición de una especie, es la extinción de los soles que un protocolo guardaba, se disuelve el rizo entre código, memoria y secreto.
Todos los escribas tienen presente que la letra se desvanece, no más pieles, no más dedos, solo balas o futbol. Un dedo sobre la piel va más allá de cualquier teclado, es la posibilidad de ser devorado. Un dedo sobre la piel es la caricia incapaz de contar los pelos, incapaz de darles color, térmicamente aislados para pronunciarse mediante la ciencia de los tropos. Habrá que saber qué siente la presa al ahogarse en el agua roja, angustiada, desnutriéndose en su última contradicción.
La biodiversidad no solo conjunta animales y plantas, vida de estrellas, vida de quienes observan estrellas, sueños vívidos y posibles, el jaguar se camufla en los reflejos de ventanas y puertas, en los tejidos del canto, en gemidos de alcoba, en los amates extendidos para cobijar simbolos de silencio. La muerte del arte atenta contra la diversidad surgida de cultivar en el tiempo. Arquitectura no es pavimentar indiscriminadamente, es cuidar los rincones idomitos de un delicioso jardín planetario.
dejenme pintar, dejenme cantar
El pijama rosado imposible de quitar, el sólido deseo que siempre será incumplido recorre la línea del tiempo, la huella asfaltada del lugar donde pisó un jaguar no se repone, la distancia aumenta, el nudo de las palabras se desvanece frente a la imagen de los cuerpos madurados al rebote del espejo. Los dedos siguen tecleando a sabiendas que los cuerpos nunca encontrados nunca se encontraran. El silencio de la muerte siempre codifica los sueños incumplidos, leotardo de una memoria que no se podrá jamás cotejar el invento digital pliega el espacio de desencuentros.

Jaguares II – Díptico, óleo sobre superficie rígida, 180 x 122 cm. c/u.
La continuidad de las nubes se incomoda al amanecer, cuando los naranjas suavemente emiten ese rugido que no llega a ser, que se acaba mañana tras mañana, como si los especialistas en el tráfico hubieran programado un ruido en el amanecer para evitar los inconvenientes que podría traer el paseo de los felinos. El agua extrañará su tímida presencia, mientras que el fluido de signos indiferentes se desliza por la pantalla, incapaces de compartir misterio alguno y menos escritura de dioses. Se propagan sonrisas de humor ridículo, ser payaso no es oficio sino manera pueril que impide pensar la realidad de ser víctimas de voraces arbitrarios y ser victimarios de cazadores que natura autoriza. Matar el pensamiento para romper el equilibrio que trae la conciencia de ser pasajeros.

Tapires – Óleo sobre superficie rígida, 84 x 122 cm.
Pornógrafos promiscuos en el pudor sexual, escondemos la virulencia.
—la jadehollante embocapluvia del orgumio
Aquello que podría ser conquista del deseo representado por Cortazar, se ha perdido en la red desfondada que multiplica sus huecos
No; el tapir, contradictorio, se extingue oscurecido por tanto lenguaje, pata ti, pata tá: envidiable verga de caballo, incapaz de promover la política femenina. La escritura inefable se eclipsa en la noche sobreinformada y políticamente correcta.
— El deseo nunca cumple sus promesas
El juicio se queda en el lenguaje, dictado por la aurora boreal, mientras Schopenhauer surfea en los hipertextos. Paradoja de maravilla y pérdida.
No; el tapir incapaz de escuchar las alarmas, se pierde en la expectativa que promociona su perdida.
Desaparecer indiferentes, sin la capacidad de discernir entre la posverdad y la mentira. El valiente gesto de taparle la boca al patriarca, vuelve a ser polución en la verborrea: todos dispuestos y con el medio para decirlo todo, el ejercito de las palabras sirviendo a la multitud de empresas posibles, palabras en el mercado sostenido por políticas de productividad.
Confusos amnésicos eunucos amedrentados por los virus, incapaces de articular acción con palabra, de salvar efectivamente una selva por estar perdidos en la maraña del noticiero
No; la penumbra límite entre el claro del bosque, no resguarda, en artificios de cultura, ningún tapir. Es difícil sobrevivir a selvas arrasadas y a la dificultad de calificar el camuflaje de esas nubes oscuras y gordas que nutren al jaguar.
El fantasma se pierde y su definición también.